Datos Generales
Nombre : Selina
Edad : 23
Internet: Este sitio
Estatura:1.60
Precio : 50 k, rifa
Nacionalidad: chilena
Ubicacion: Vitacura
Lugar : aca mesmo
Conserje : gentil
Teléfono: el publicado
Comunicación: whatsapp
Servicios
Contextura:6.5, voluptuosa
Rostro: 6.6 hot, de mirada penetrante, labios que bessan
Photoshop: ni me fijé
Trato: 7 cómplice total
Besos :7 intensos
Tetas : 6.5 son naturales y pequeñas de todo mi gusto
Cola : 6.8 guau¡
Pussy : 7, una adicción
Anal : no me interesa... por ahora
Oral :7 intenso, saliva por doquier
Movimientos: 6.8 indómita, cabalga, trota, las hace todas
Sonido: el justo, necesario e inevitable
Ambiente : 6.5
Precio calidad: 6.8
Relato
“El erotismo es una de las bases del conocimiento de uno mismo, tan indispensable como la poesía.” (Anaïs Nin)
Comencé a escribir este relato en mi cabeza varios días antes de conocerla, aunque puede decirse que en cierto modo la conocía, por sus textos, por sus fotos, por un mensaje que leí entre líneas, en fin. Pasó tanto tiempo desde que decidí que quería visitarla y la fecha en que por fin la conocí , que en algún momento llegué a pensar que era un mito, una invención de mi mente afiebrada.
Imaginé su rostro a partir de fragmentos, de sus labios, de una parte de su nariz, de un perfil empavonado, de una silueta recortada a contraluz.
Imaginé su cuerpo suave, la geometría de su diseño, pensado para dar y recibir placer. Imaginé sus ángulos, sus vértices, sus catetos y la hipotenusa de sus muslos monumentales. Elaboré complicadas fórmulas para despejar la incógnita de su belleza, de sus aromas, el erre por pi al cuadrado de sus caricias, la circunferencia de la lujuria desatada.
Imaginé que yo era el tipo que la follaba en la boca en la consulta del dentista y que la gente a nuestro alrededor permanecía impávida, como si no existiésemos, mientras mi miembro la asfixiaba y las lágrimas de sus ojos arrastraban el maquillaje por sus mejillas, al tiempo que la saliva descendía por mis testículos y saltaba en cascada al surco entre sus senos. Imaginé que el bozal de bola que exhibe en sus fotos estaba confeccionado con una parte de mi humanidad.
Así, con mis pensamientos arremolinados me enfrenté al timbre del departamento y, sin darme cuenta, me encontré frente a ella, arrodillado en su cama, desnudos ambos, mordiéndonos los labios, fagocitándonos. Los vapores del deseo no tardan en precipitarse sobre el sistema nervioso central y, sin mediar sustancia de ninguna especie, nos entregamos ambos a esta experiencia sexual, cuasi psicodélica.
No hay profusión de palabras, son principalmente gestos del lenguaje no verbal, que nos llevan por los caminos del placer y del éxtasis. Acariciamos nuestros cuerpos. Esparzo lubricante en sus pezones y más abajo también. Me pregunta si tiene sabor, le digo que si, le pregunto si quiere probar, me dice que si y luego me empuja hacia los pies de la cama y procede a probar. Lo introduce en su boca, parece que me lo quiere comer. Le muestro mi juguete y con curiosidad lo examina. Succiones en su clítoris provocan espasmos involuntarios que se suceden en cadenas impredecibles. Nuestros cuerpos están entregados y, casi sin freno, caemos en una espiral de éxtasis. La penetro desde atrás en la postura ábrete sésamo, estimulando su clítoris con mi mano izquierda. Su punto G se rinde sin contemplaciones ante el roce de mi miembro. Nuestros cuerpos sudan. Sus piernas son de lana, las mías de cartón piedra.
Ella de espaldas abre sus piernas, recorro con mi lengua todos los rincones. Los gemidos son genuinos, inevitables. Levanto sus muslos en señal de ofrenda y la penetro hasta que su espalda se comba, sus manos se aferran involuntariamente al cobertor y gritos entrecortados se escapan sin control. Permanezco en misionero, tengo una misión. Con mi antebrazo izquierdo, levanto y bloqueo su pierna derecha hasta lograr la penetración total. Me habla al oído, me dice fóllame rico, en eso estoy me digo. Sus piernas ahora se enrollan en mi cintura y allí posicionadas nos movemos rítmicamente, como si nuestros cuerpos fueran una sola cuerda entretejida que se agita, cual serpiente, en latigazos ondulatorios uniformemente acelerados.
La humedad invade la escena, no hace falta lubricación de ninguna clase. Le pido en 4. Beso nuevamente el entorno y me introduzco en su cuerpo con delicadeza al comienzo, con desenfreno hacia el final. Su espalda está encorvada, luego cae sobre la cama y sus manos se aferran al cobertor y se anteponen a la pared resistiendo mis embates que no tardan en llevarme al éxtasis total.
Pierdo la noción del tiempo, la intensidad de este encuentro nos deja lánguidos, exánimes. Conversamos en el poco tiempo que nos queda, nos prometemos un próximo encuentro y me dispongo a salir del lugar con la sensación de haber tenido una experiencia única e irrepetible. En la calle, medio aweonao aún, me ataca la hipoglucemia, se me nubla la mente, donde chucha dejé el auto?...sigo sin dirección conocida…Más allá recuerdo que me vine caminando.
Selina, bella, un placer total..