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decimonónic0

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  1. Buenas, mi primer aporte, justificado por la atención que tuve anoche domingo con esta chica, Cleo. General Nombre: Cleo. Edad: 27 Estatura: quizás 1,70 cm. Internet: Sector Vip Precio: $40.000 Nacionalidad: Chilena. Ubicación: Metro Santa Ana. Lugar: Departamento. Conserje: El propio del edificio, no me exigió nada más que mi nombre. Teléfono: En aviso. Comunicacion: Muy ágil. Notas servicio: (de 1 a 7) Contextura: 6 | me parece un cuerpo bien armado y distribuido. Rostro: 6 | tiene una mirada intensa, una belleza cuasi nativa. % Photoshop: 7 | corresponde las fotografías a lo real. Trato: 7 | sobresaliente, no apuró en nada. Fue súper cálida y atenta. Besos: 7 | ofrece unos besos enormes y ricos, calientitos, suaves, húmedos. Tetas: 6 | me parecen armónicas, precisas para su talla y cuerpo. Cola: 7 | soy de culos y su culo me encantó, bien formado, grande, portentoso. Pussy: 7 | muy linda, depilada, limpia, una exquisitez al paladar y vista. Anal: no pregunté Oral: 7 | exquisito oral, jugoso, suave o intenso, delicado y apretado. Meneo: por lo que contaré en historia no pude apreciarlo mucho como para evaluar objetivamente. Sonido: lo mismo que la anterior. Ambiente: 7 | departamento preciso, acogedor, cómodo, limpio. Precio v/s Calidad: 6 | me pareció bien. Promedio Final: 7 | altamente recomendable. Tu historia: (de antemano, disculpen por la extensión) Domingo, 21:15 app. La busqué por la página. Primero vi a las chicas disponibles y analicé la mejor opción comparando ubicación y reportes. Fue hacerle caso a la tincada también. Y la elección fue Cleo. Estaba muy nervioso y dudé hasta el último, no por la elección, que me pareció la más adecuada, sino porque me sentía incapaz. No estaba seguro de hacerlo. Llevaba meses sin estar con nadie, y en todas las oportunidades anteriores en que estuve con alguien estaba presente el factor alcohol, fiesta y aditivos. Es muy distinta la sexualidad sin esos estimulantes y cómo en esta nueva etapa de mi vida no están presentes más que un cigarrillo ocasional, todo se dio como para vivir esta experiencia totalmente nueva. Coordinamos por WhatsApp y como mi inseguridad me jugaba en contra, requería que la chica tuviese disponibilidad inmediata; comprenderán que pretender eso un domingo a las 21 y algo de la noche no es un lujo del que uno pudiera disponer así como así, pero Cloe me respondió rápido y me invitó a que me presentase a la brevedad. No dudé más y seguí el mapa del tesoro convencido de que era el mejor momento y oportunidad. Llegué al edificio y se lo hice saber por Whatsapp. Ella me indicó el número de su departamento. Un conserje me levantó la mirada y le correspondí el gesto indicándole la numeración. Hizo un llamado, me preguntó el nombre y me dio la venia para continuar. Subí por el ascensor dejándome invadir por una sensación de fatalidad que me perturbó. Sentía que no sería capaz. No me sentía excitado, hasta el último piso sentía que no debía haber ido, que no era la forma o mi sexualidad ahora era algo que no existía en este nuevo escenario de mi vida. Pero ya estaba delante del número. Y fue más fuerte el deber. El compromiso adquirido y mi palabra. Si no era el momento, haría que fuese el momento. Toqué el timbre y esperé unos segundos. Se abrió la puerta. Ella apareció detrás de una sonrisa. Vestía una bata ocre amarrada delante. Detalle: Mientras caminaba hacia su edificio le había pedido si podía esperarme con un corsé negro con el que aparece en una de sus fotos y que, yo pensaba, me ayudaría como estímulo. Debido al tiempo no pudo ser, cuestión que se entendía ya que entre la contacté y llegué a su edificio no transcurrieron más de unos 5 minutos. Muy poco tiempo para su preparación. De todas maneras bajo la bata pude divisar un colaless de encaje negro que me gustó. Me saludó de beso en la mejilla, muy cordial y segura. Y eso fue algo que estuvo presente durante toda la ocasión. Su seguridad imperturbable. Dominaba su terreno, tenía el control de todo y de una manera muy natural. Una brevísima charla de bienvenida y a la ducha. Salí a la cama y ella me recibió acostada. Me preguntó que quería hacer y yo en mi nerviosismo no supe qué responder. Mi mente estaba en blanco y mi cuerpo en pánico. Mi pene se había ido a comprar cigarrillos o algo así porque, no notaba en él respuesta. Lo que me temía estaba ocurriendo o yo lo estaba haciendo ocurrir. Le dije lo qué me pasaba y ella lo tomó como algo natural. En ningún momento me hizo sentir incómodo o sentí presión. No sabía si seguir o abortar la empresa. Estaba nerviosísimo y sin saber cómo era que debía actuar. Es tremendamente difícil para mí volver al sexo después de años viviéndolo siempre con alcohol y más entremedio. Yo solo quería responder bien y eso también jugaba en contra de mis posibilidades. Ella me intento relajar, puso música y yo sentía que cada segundo era un segundo perdido, desaprovechado, con tremenda mujer ahí, en esa lencería negra exquisita y ese cuerpo delicioso que se erguía frente a mí como un Andes inalcanzable. Intenté relajarme mientras ella me pedía que le dejara el trabajo a ella. Que no pensara más. Que sintiera. Comenzamos con unos besos riquísimos, jugosos y tiernos que salvarían a cualquier ser humano del abismo. Besos de caramelo líquido escurriendo en tu boca y en los sentidos. Pero yo seguía bloqueado. Y enojado conmigo mismo. Ella me preguntó si deseaba aluna posición. Le dije que quería probar con un oral en 69 y accedió solemne. Trajo un preservativo para el esperanzador momento de una rendición que yo veía lejano, pero ella jamás perdió la fe y mantuvo encendida en mí, la esperanza. Esa posición me motivó y mi pene pareció despertar de un letargo ineluctable. Me entretuve lamiendo su vagina, bonita, sin ningún detalle apreciable, más bien, me pareció una playa donde dejarme caer y que el tiempo no fuese más que un rumor, como las olas. Sus piernas son gruesas, sus muslos contraían un poco el espectáculo de su genital, y sus nalgas también presionaban impidiendo un poco la panorámica visual que mis ansias requerían. Aun así, esos momentos fueron exquisitos. Estoy seguro que si se lo hubiese pedido, me permite un campo visual más amplio, pero mi comportamiento estúpido y mi cero conexión con mi ente más carnal me impidieron soltar palabras más que las que ella me sacaba a costa de preguntas, preguntas que buscaban precisamente sacarme de mi inmovilidad sexual. Luego de unos minutos acariciando sus labios bajos, degustando su clítoris y paredes más exteriores, le pedí que se masturbara. Frente a mí, mientras yo me estimulaba. Sentía que así podría llegar a algo más intenso. Y ella como no, accedió. Reposó su espalda en el apoyo de la cama y abrió sus muslos. Luego bajó un poco su cuerpo hasta ofrecerme el espectáculo de su masturbación suave, a dos dedos frotando su clítoris, cerrando sus ojitos salvajes, seguramente pensando que no tenía a este perdedor a su frente, sino a todo un hombre viril y sediento de su cuerpo. Quizás eso pensaba. Quizás algo mejor. Quién sabe. Pero sí sé que esas tocaciones que se realizaba más las que yo mismo me empleaba por mi cuenta levantaron mi miembro, irguiéndolo en una oportunidad única que no debía desperdiciar. Me masturbaba con fiereza y rabia, quería que mi pene respondiera como antes y, aunque el campo de batalla fuera el mismo de antes, yo ya no lo era. En un momento sentí que unas tres corridas más me iba así que le pedí que ya, que pasáramos a la penetración, porque sí, quería terminar dentro de ella. Quería sentir el calor del interior de una mujer después de tanto tiempo. Ella me enfundó el preservativo y me preguntó qué posición quería probar. Le dije sin dudarlo que ella arriba. Aunque pensé también en intentar penetrarla a lo perrito, preferí sentir su cuerpo encima de mí, aplastándome, obligando a mi decepcionante miembro a ser invadido por todo el esplendor de Cloe. Ella revistió mi pene con un preservativo y luego se lubricó con un gel. Yo sufría porque no estaba seguro de mantener mi erección, pero ella apagó ese temor montándose ágilmente encima de mí. Comenzó con meneos lentos. Sus ojos cerrados. Mis manos en su cintura. Luego siguió con unos pequeños saltos, mi pene no sabía qué hacer. Por un lado rogaba que no se amilanara y por otra me dejaba llevar. Por un lado pedía que ojalá pudiese durar un buen rato y probar con nuevas posiciones, quizás darle vuelta y pedirle que se pusiera a lo perrito, quizás un misionero con sus piernas reposando en mis hombros, quizás otro oral en 69, quizás... y me vine. Me voy, le dije y ella sonrió espectacularmente y me dijo que lo hiciera. Y fue exquisito. Ella continuó un momento después sus movimientos pélvicos hasta que cesaron mis espasmos, hasta que espiré finalmente mi consumación. Fue algo breve y no creo haber durado más de dos minutos. Quizás menos de uno. Y ya. Fue algo súper distinto. Y qué bueno que fue ella. Qué bueno que fue Cleo quien me otorgó ese momento que fue súper difícil para mí. Una lucha interna demasiado violenta, que se cernió sobre un aspecto muy fuerte y animal de un ser humano: su sexualidad. Me sentía avergonzado por dentro, y cualquier hombre puede al menos notar lo difícil que es cuando uno no puede responder al llamado, frustración, rabia… impotencia. Claro, de ahí viene la palabra. Pero ella supo conducirme a lo que veía como imposible, de todas maneras, ella puso su mejor esfuerzo, comprendiendo la situación, animándome, perdonándome quizás, pero apoyándome hasta el final. ¿Qué hubiese pasado si esto me hubiese ocurrido con alguna otra chica o una pareja? Desastre. Con Cleo no lo fue tanto. Es más, me ayudó a dar vuelta la situación y sentirme contento conmigo mismo, porque di un paso enorme. No gané, no perdí. Sólo di ese maldito paso. Y eso fue suficiente. Luego del breve acto, quedamos conversando. Yo seguía desnudo y ella se había abrigado con su bata. Me dijo que si me animaba podríamos seguir con otro contacto. Yo sonreí, pero sabía que no, que eso sería todo y que había sido todo. Pero no tanto, porque luego abrimos paso a una conversación sumamente refrescante. Me contó de ella, de sus propias luchas, su vida. Sé que lo hizo de una forma natural, quizás sintiendo empatía por mi situación, por lo que le había contado al respecto de mi propia lucha y vida. Fueron unos 20 minutos muy agradables, yo la escuchaba y a veces interrumpía para asentir. Ella se expresaba como quien camina por un puente colgante, tomada de sus barandas, con seguridad y parsimonia, pero midiendo sus palabras para no dar más información de su propia intimidad que la que un extraño merecía. Cuidando su propio hogar en sí misma, esas vallas que debió alzar para resguardarse de los demás. Sabemos cómo es este mundo, por eso comprendí su coraza y no me interesaba romperla. ¿Para qué? Me bastaba con saber que existía en ese momento para mí Me contó lo suficiente y me sugirió que podríamos probar cosas nuevas en una próxima ocasión, para irme soltando y preparando el camino para vivir una nueva sexualidad en mi nueva vida. Luego de unos espaciosos minutos y de una forma natural y suave terminamos de hablar. Me fui al baño, me vestí, salí y me despedí de ella que buscaba, sentada en el pie de su cama, alguna serie para ver un domingo por la noche. Me dio un abrazo y me fue a dejar a la puerta. “Qué bueno que fuiste tú”, fue lo último que le dije. Me dejo una última sonrisa y yo sentí que había dejado en su departamento algo, algo mío, demasiado íntimo y que me avergonzaba, pero que había quedado ahí, lejos ahora de mí y me sentía bien, con ganas de volver a casa, pero no sin antes caminar por el centro a esas horas de la noche, agradeciendo la experiencia y este nuevo paso en este largo camino. Sintiéndolo así, como un buen paso, de un buen camino. Y qué bueno que fue ella. Cleo.
  2. Muchas gracias por el espacio. Llegué acá por casualidad. No frecuento estos lares, más bien me gustan, pero no he tenido la decisión de experimentar más. Soy un espectador más bien, no aporto mucho, aunque sí prometo hacer reportes cuando corresponda y me gustaría participar en algún momento de alguna fiesta.
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